Buenos Aires está cubierta de un denso humo que viene acompañado de aromas varios. La ropa de los porteños está impregnada como si todos hermanados, hubiesemos participado de un asado multitudinario.
Hay diferentes versiones sobre el origen del fenómeno, pero la verdad no se conoce. Sin embargo la versión que circula con más fuerza por los despachos oficiales es la siguiente: "Parece (le comenta una empleada con delantal celeste a otra) que todo empezó cuando un faloperito entreriano, totalmente endrogado, se quedó dormido y dejó caer el porrito entre los yuyos". A lo cual su compañera responde: "Qué bárbaro che! De no creer".
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